RAZÓNES Y ARGUMENTOS PARA TOLERAR AL OTRO

A través de esta columna de opinión, le envío un saludo a toda la Provincia de Ñuble y agradezco este vital e importante espacio de comunicación al que Tejemedios gentilmente me ha integrado. Con respeto, desde hoy pongo a disposición de ustedes, mis análisis y opiniones, los que espero sean discutidos para bien o para mal. Bienvenidos a mi columna de opinión, donde yo elijo el tema y donde ustedes ponen la crítica.

A raíz de la Ley Antidiscriminación, sin duda un tema importante para todos y que casi sin pensarlo se ha transformado en  una moda obligada a la hora de hablar sobre la bendita tolerancia, quiero declarar a viva voz en esta columna, que este país necesita a luces vistas una gran dosis de esta rrara capacidad colectiva. Al parecer la solución para terminar con la discriminación es dejar que el otro pueda ser un “Otro” sin tener el menor temor a que violemos su espacio privado, o secreto, o que lo juzguemos. La falta de tolerancia hacia la diversidad, hacia lo distinto a nosotros mismos, es lo que hace posible, lo que permite que ocurran crímenes contra personas diferentes a la mayoría, diferentes a la gran masa hipócrita que manda este circo llamado vida.

Pero pedir más tolerancia a la gente iracunda y mezquina, no es el mejor camino hacia la comprensión y la plena aceptación del “Otro”. Por eso, lo que realmente necesitamos insertar en el conciente colectivo social, no es más tolerancia. -Al contario. Necesitamos menos tolerancia.

Desde mi punto de vista, existen dos razones de por qué el apelar a la tolerancia no conduce hacia la plena aceptación del Otro y ahora las explicaré lo más claro posible:

Primero, la tolerancia es un estado mental que se obtiene a través un proceso esencialmente racional. Es decir, cuando pedimos más tolerancia, lo hacemos esencialmente apelando a razones y argumentos (que suelen ser de carácter éticos). El problema con esto es que la razón y los argumentos tienen sus claros límites. Estos límites dicen relación con las intuiciones éticas que todos tenemos y como las intuiciones son en sí, figuras y estados mentales arraigados por muchos años, dándonos como resultado un pensamiento estructurado que no nos permite el quiebre de nuestras propias lógicas, presentes, históricas, heredadas y acostumbradas, lo que está más allá del poder de nuestra razón, nos indica que la única manera de apelar y cambiar nuestro nivel de aceptación del otro, es a través de los sentimientos y las emociones –cosa que el arte hace mucho mejor que la filosofía, que las leyes, que los pensadores y que el ser humano en general.

La segunda razón, y la más poderosa, es que a pesar de que la tolerancia es un llamado a aceptar al “Otro”, es al mismo tiempo un llamado a mantener la distancia con el Otro. -El filósofo Eslovaco Slavoj Zizek supo apuntar a este problema con mucha claridad y contundencia, cuando dijo que la tolerancia es la exigencia de no invadir el espacio del Otro. Es decir, la tolerancia es la exigencia de mantener la distancia entre nosotros. Tú estas allá; yo estoy acá; no me meto contigo; y los dos nos toleramos.  Pero con esta perspectiva se pierde más de lo que se gana. Esto se debe a que cuando ponemos distancia entre nosotros y el Otro, inevitablemente convertimos a ese Otro en un extraño. Y lo que es extraño no se conoce. Y lo que no se conoce no se puede respetar y mucho menos aceptar a niveles de razonamiento y menos de entendimiento. No estamos capacitados ni diseñados para eso y jamás cambiará, por lo tanto lo que hacemos es recurrir a un truco que nos permite sociabilizar entre los otros y nosotros y el nombre que se le da es "Aceptación Funcional Parcial", vocablo de buen ver, mejor conocido y difundido como "CÍNICO SOCIAL"

En esto consiste la gran paradoja de la tolerancia y del llamado a ser más tolerantes. Se busca aceptar al Otro mediante el distanciamiento. En un principio, esto puede funcionar. A lo menos puede generar la ilusión de que está funcionando. Pero al primer síntoma de problemas y tensiones sociales, esta careta es lo primero que se desploma. Al haber problemas sociales, y cuando la gente busca culpables, siempre se mira al “Otro”. Siempre se mira a ese que está “allá”, a ese que toleramos mientras las cosas funcionaban relativamente bien, pero que nunca conocimos. Puede ser el inmigrante. Puede ser el que tiene otra orientación sexual, puede ser el que tiene otra visión política. Pero siempre es el que estuvo lejos de nosotros, ese que no quisimos conocer por pensar distinto, por pensar algo que para nosotros no está bien, o no es correcto, o no es verdadero, o no nos conviene.

El verdadero llamado, entonces, no es a tolerar. El llamado es a conocer, porque para identificarnos con alguien tenemos que conocerlo, y para tener un auténtico respeto por algo o alguien, también hay que conocerlo. Conocer sus inquietudes. Sus sueños. Sus esperanzas. Su particular visión del mundo. Conocer su historia. Sus razones. Todo esto no se logra poniendo distancia entre nosotros. Todo esto se logra involucrándonos en la vida del Otro para conversar. Esto posibilita una conexión con el Otro que involucra sentimientos y emociones. Y estas conexiones son las que permiten una auténtica identificación con el Otro. Identificación que la razón por si sola nunca puede lograr.

Este llamado a involucrarse con el Otro no implica, de ninguna manera, que uno tenga que estar de acuerdo con los argumentos, las conductas o las visiones de mundo que tenga el Otro. Es probable que disintamos del Otro aún más que antes de conocerlo. Su visión de la historia nos puede parecer mezquina y su opción de vida, pequeña. Pero ese no es el punto. No se trata de conocer al Otro para aceptar o simpatizar con sus posturas. Se trata de conocer al Otro para ver lo distintivamente humano que tiene por el sólo hecho de que es una persona que está aquí y ahora viviendo en este mundo igual que uno. Conocer y apreciar este hecho es el paso más fundamental que podemos dar hacia la plena aceptación del Otro.
Por eso, no nos limitemos a tolerar al Otro. Demos un paso más. Atrevámonos a conocerlo para aceptarlo.

Para mis amigos de Tejemedios
Luis Oviedo Castro
Sociólogo, Licenciado en Ciencias de la Modernización